Por Óscar Pedraza Martínez.
En el ejercicio del poder, al igual que en la vida, se dan situaciones que un presidente municipal es capaz de resolver solo, sin la ayuda de nadie. Pero también se dan otras cuya solución requiere de la ayuda de alguien más: de la familia, de los amigos y principalmente del equipo de trabajo, es decir, de su área de influencia directa.
En Nicolás Romero estamos ávidos de soluciones, de respuestas a tantas necesidades. Y son precisamente estas necesidades las que constituyen o deben de constituir el área de preocupación de nuestro presidente municipal.
Hemos llegado a los primeros cien días de gobierno, tiempo suficiente para realizar balances al trabajo realizado por la actual administración municipal. Tiempo de dar giros de timón en donde haya que darlos, y sin dudad que ahí que dar varios. Una administración puede colapsar por dos razones: porque se olvida de cumplir con las necesidades del entorno, es decir, de la sociedad –ingobernabilidad externa– o porque se rompe la armonía entre el equipo de trabajo, y no se realizan los cambios necesarios para restaurarla –ingobernabilidad interna. En ambos casos el presidente municipal es el principal responsable de la ingobernabilidad.
El entorno está por fuera de la estructura administrativa. El presidente municipal, por lo tanto, no puede cambiar de la noche a la mañana lo que ahí sucede. Decimos entonces que lo que sucede en el entorno pertenece al área de preocupación del presidente municipal pero no a su área de influencia directa. Pero lo que sí está a su alcance es escoger una u otra respuesta frente a las necesidades de la sociedad. Su responsabilidad es permanecer alerta a las exigencias de la gente y sobre todo tener la sensibilidad para registrarlas y dar respuesta a ellas.
Por lo tanto, Alejandro Castro Hernández debe ser un líder, un político, un seductor, un conductor de seres humanos, y no sólo un “presidente municipal”.
El presidente municipal está en su cargo par conducir, más que para ser conducido, independientemente de quien lo haya designado o lo pueda mover. Él tendrá la capacidad de liderazgo si reúne sobre sí mismo el poder suficiente para que los demás sigan sus iniciativas, y sobre todo si deja de ceder ante las constantes demandas del otro gran líder político de su propio partido. Si esto ocurre, entonces estaremos hablando de un verdadero líder con poder sobre todos los públicos, no sobre algunos de ellos. El poder se mantiene y se acrecienta repartiéndolo con justicia y equidad entre todas las fuerzas políticas, y no únicamente entre los “amigos”, los “leales”, las “novias” o peor aún entre los familiares.
Es tiempo de dejar de creer que la moneda con la cual se pagan favores, se compran adhesiones y se apaciguan las fuerzas dentro de la política es repartir el poder sólo entre los generales sin convidar a la tropa.
En Nicolás Romero estamos ávidos de soluciones, de respuestas a tantas necesidades. Y son precisamente estas necesidades las que constituyen o deben de constituir el área de preocupación de nuestro presidente municipal.
Hemos llegado a los primeros cien días de gobierno, tiempo suficiente para realizar balances al trabajo realizado por la actual administración municipal. Tiempo de dar giros de timón en donde haya que darlos, y sin dudad que ahí que dar varios. Una administración puede colapsar por dos razones: porque se olvida de cumplir con las necesidades del entorno, es decir, de la sociedad –ingobernabilidad externa– o porque se rompe la armonía entre el equipo de trabajo, y no se realizan los cambios necesarios para restaurarla –ingobernabilidad interna. En ambos casos el presidente municipal es el principal responsable de la ingobernabilidad.
El entorno está por fuera de la estructura administrativa. El presidente municipal, por lo tanto, no puede cambiar de la noche a la mañana lo que ahí sucede. Decimos entonces que lo que sucede en el entorno pertenece al área de preocupación del presidente municipal pero no a su área de influencia directa. Pero lo que sí está a su alcance es escoger una u otra respuesta frente a las necesidades de la sociedad. Su responsabilidad es permanecer alerta a las exigencias de la gente y sobre todo tener la sensibilidad para registrarlas y dar respuesta a ellas.
Por lo tanto, Alejandro Castro Hernández debe ser un líder, un político, un seductor, un conductor de seres humanos, y no sólo un “presidente municipal”.
El presidente municipal está en su cargo par conducir, más que para ser conducido, independientemente de quien lo haya designado o lo pueda mover. Él tendrá la capacidad de liderazgo si reúne sobre sí mismo el poder suficiente para que los demás sigan sus iniciativas, y sobre todo si deja de ceder ante las constantes demandas del otro gran líder político de su propio partido. Si esto ocurre, entonces estaremos hablando de un verdadero líder con poder sobre todos los públicos, no sobre algunos de ellos. El poder se mantiene y se acrecienta repartiéndolo con justicia y equidad entre todas las fuerzas políticas, y no únicamente entre los “amigos”, los “leales”, las “novias” o peor aún entre los familiares.
Es tiempo de dejar de creer que la moneda con la cual se pagan favores, se compran adhesiones y se apaciguan las fuerzas dentro de la política es repartir el poder sólo entre los generales sin convidar a la tropa.
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